«A la época pastoril y rudimentariamente agrícola, la siguió la edad de piedra. A ésta la edad de bronce y ésta, a su vez, cedió ante el progreso de la edad de hierro. La capacidad industrial del hombre era el metro patrón con que se medìa el ascenso de la humanidad en la escala zoológica. Entonces, con esa maravillosa exactitud con que los niños plantean los problemas esenciales, yo le preguntaba a mi padre: «nosotros, los argentinos ¿tenemos fundiciones de hierro?». Con evidente desconcierto mi padre movía negativamente la cabeza. Yo insistía: «¿tenemos fundiciones de cobre?» Mi padre repetía su gesto negativo. Entonces -concluía yo- «¿nosotros vivimos todavía en la edad de piedra?». Y al enterarme de que -aparte de criar vacas y cultivar cereales- nada sabíamos hacer, puesto que hasta el calzado y las telas para nuestras ropas venìan del exterior, con esa innata tendencia burlesca que arrastro conmigo desde que nací, preguntaba: «entonces, ¿aquí seguimos todavia en la época de los gorilas?»
Raúl Scalabrini Ortiz, de niño.
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