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«Al tal Rizzuto sus millones le han dado prácticamente el monopolio de la prensa escrita. No se le ha ocurrido que la libertad de prensa exigiría de los que tienen que contestarle, la disposición de millones como los que él ha usado para hacerlo. Él cree que es «libertad de prensa» que los que tienen millones puedan disponer, con exclusividad, del espacio periodístico, para injuriar. Y que los que no tienen millones no puedan contar con los espacios periodísticos para defenderse. Así, la libertad de prensa es una libertad para millonarios. Y con más extensión, para los que no son millonarios pero defienden intereses millonarios. Y a los demás, que son el grueso del país – los que no tienen millones – que los parta un rayo… El tal Rizzuto, que en materia de libertad de prensa acepta y practica la dictadura del dinero, no acepta la dictadura del Estado (tratándose de los canales de TV). Y esa es la alternativa obligada: la dictadura del dinero o del Estado, en el manejo de los medios de información. Cuando la dictadura del dinero y la del Estado coinciden, la “libertad de prensa”, es decir, la de empresa, funciona sobre rieles. Pero cuando se enfrenta, así sea en este trivial episodio, la imposición del Estado es dictadura, cuando no tiranía. Pero la imposición del dinero no; esa es “libertad de prensa”… ¿Qué tiene de extraño que el pueblo prefiera entonces la dictadura del Estado? Porque… la del Estado, en ocasiones, es hasta argentina, pero la de los millones, nunca… Linda libertad de prensa, ese monopolio de la injuria, de la información deformada, de la doctrina extranjerizante, del juicio malicioso que, bajo el denominador común de «libertad de prensa» le cerró el camino al auténtico pensamiento popular que ha tenido que defenderse por la transmisión de boca en boca, por el panfleto, por el volante, por el periódico precario y por la sana desconfianza que ha salvado al espíritu nacional»
Arturo Jauretche en «Palabra Argentina», 21/12/1965
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