Citado en Acción Parlamentaria. Tomo I. Obras Completas. Página 261 – John William Cooke
Cooke sobre la política francoinglesa de libre navegación de nuestros ríos durante el gobierno de Rosas. Paralelismo con la ‘libertad ferroviaria’:
“Durante esos trece años [de gobierno de Juan Manuel de Rosas], los móviles de la política inglesa y francesa, por encima de todos los eufemismos diplomáticos, fueron claros y concretos: conseguir la libre navegación de nuestros ríos y substraerlos, por consiguiente, de la exclusiva navegación argentina.
Y el país supo defender su soberanía sin recurrir a alianzas extranjeras, sin comprometer el patrimonio nacional, sin enajenar el porvenir mediante compromisos con fuerzas foráneas. Ni el bloqueo, ni el hombre, ni la carencia de fondos, ni las llamadas «campañas libertadoras», destinadas al más absoluto fracaso, doblegaron el patriotismo y la energía de la nación, en defensa de su independencia. Ni tampoco la traición de aquellos de quienes San Martín dirá: «lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer«.
Sobre la verdadera intención de la intervención francoinglesa en el Río de la Plata, ya no puede caber ninguna duda. Fue una típica expedición colonial, cuyo plan inicial consistía en imponer a la fuerza la libre navegación de nuestros ríos, es decir, sin equívocos, el dominio de nuestras vías fluviales por las dos potencias europeas aliadas, lo que finalmente equivaldría al dominio de todo el antiguo Virreinato del Río de la Plata.
Es que, en efecto, solo una política de entrega o si se quiere una política paradójicamente carente de política, puede concebir dentro de la geografía argentina, la libertad de sus ríos interiores. Una política que preceptúa tal principio, solo puede imponerse cuando las clases dirigentes están dispuestas a entregarlo todo sin preocuparse, en absoluto, de la soberanía nacional.
Para las generaciones actuales, ese concepto es absurdo, considerado racionalmente. Y, políticamente hablando, es incalificable. Pero en realidad, es el mismo principio que ha regido, desde sus orígenes en la cuestión de los ferrocarriles en nuestro país. La libertad de los ríos es, paralelamente, la libertad de los ferrocarriles. Es, en resumen, la entrega de la libertad del tráfico a las fuerzas foráneas, al margen del Estado, de nuestra soberanía y de la iniciativa nacional.” [John William Cooke en Acción Parlamentaria. Tomo I. Obras Completas. Eduardo Luis Duhalde compilador. Páginas 261-262]
Lamentablemente, luego de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros, a través los decretos de libre navegación del traidor Urquiza (28 de agosto y 3 de octubre de 1852) y una cláusula de la Constitución de 1853, se liberaron los ríos a la libre navegación internacional.
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