Hace 85 años nacía el Padre Carlos Mugica. De larga e intensa actividad pastoral en la asistencia de familias empobrecidas, Mujica fue asesor espiritual de la Juventud Estudiantil Católica del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Juventud Universitaria Católica de la facultad de Medicina. Progresivamente cercano al peronismo, comenzó a desarrollar la mayor parte de su labor comunitaria en la llamada Villa del Puerto, luego Villa 31, donde fundó la parroquia Cristo Obrero. Integrante del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, se opuso firmemente a las acciones violentas una vez que el pueblo hubo recuperado los derechos ciudadanos, pero tanto por su opción por los pobres y su activa militancia social como por la independencia política que evidenciaba, había recibido varias amenazas de muerte y sido víctima de algunos atentados, hasta que el 11 de mayo de 1974, al salir de la iglesia de San Francisco Solano del barrio porteño de Villa Luro, dónde acababa de celebrar misa fue asesinado por un comando de la organización parapolicial Triple A.
Su libro «Peronismo y Cristianismo» de 1973, está disponible para descargar en formato .pdf en la Biblioteca Digital de La Baldrich
Breve biografía del PADRE CARLOS MUGICA (1930 – 1974)
Nació el 7 de octubre de 1930, en el seno de una familia acomodada de Buenos Aires. Su padre, Adolfo Mugica, era un ingeniero civil de destacada participación política en el Partido Conservador. Transcurrió sus primeros años junto a su madre, Carmen Echagüe, y sus seis hermanos.
Luego de un viaje en peregrinación a Roma, a los 21 años dejó sus estudios de derecho e ingresó en el Seminario de Villa Devoto. Ordenado sacerdote en 1959, pasó un año junto a monseñor Iriarte en el Chaco santafesino. De regreso a Buenos Aires fue vicario cooperador en la parroquia Nuestra Señora del Socorro, asesor de jóvenes universitarios y profesor de teología en la Universidad del Salvador. Además fue secretario privado del arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Caggiano y asesor de la Juventud de Estudiantes Católicos del Colegio Nacional Buenos Aires (…).
A pesar de su origen y de tener exitosa carrera eclesiástica por delante, junto a los más humildes encontró su verdadera vocación: el servicio a los más pobres en la villa miseria de Retiro. A fines de 1968, se incorporó al Equipo Pastoral para Villas de Emergencia y comenzó a participar activamente del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Este mismo año, estuvo en Francia, donde vivió de cerca el Mayo Francés. En esta oportunidad, se entrevistó con Perón en Madrid. Mugica adhiere al Movimiento Peronista por entender que “es la instancia histórica a que debe acceder un cristiano para mirar las cosas desde el lado de los pobres”.
En 1970, fue detenido a causa del responso que realizó a Ramus y Abal Medina, integrantes de Montoneros y muertos en un enfrentamiento. En noviembre de 1972, formó parte del charter del primer regreso de Perón desde el exilio. A fines de ese año fue gestor de la reunión que 60 sacerdotes tercermundistas tuvieron con Perón. Fue allí cuando Mugica recibe el ofrecimiento de primer puesto en la lista de candidatos justicialistas de la capital, pero luego de consultar con el movimiento de sacerdotes, rechazó la propuesta.
Cuando, en 1974, los Montoneros pasaron a la clandestinidad, Mugica criticó fuertemente la violencia guerrillera en un marco democrático del poder. El padre Mugica expuso sus ideas en charlas y escritos teológicos y políticos. Usó los medios de comunicación como espacio para predicar sus convicciones; denunció la proscripción del peronismo como “tiranía evidente y prolongada” por la cual el Papa Pablo VI en Populorum Progressio justificaba el uso de la violencia; denunció también la estructura de explotación del sistema capitalista exhortando al oprimido a luchar por su liberación, como forma de expresión de amor para con su opresor. En su texto Peronismo y Cristianismo (1973) se pueden observar sus puntos de vista sobre las relaciones entre peronismo, socialismo y cristianismo, el sacerdote y la política y el papel de la Iglesia en el Tercer Mundo.
Cumpliéndose sus propios presagios “Estoy dispuesto a que me maten pero no a matar”, el 11 de mayo de 1974, después de celebrar misa en la parroquia de San Francisco Solano, fue ametrallado sorpresivamente. Su cuerpo fue acompañado por una multitud en la que había exponentes de todas las clases, pero especialmente de los pobres con los que él había compartido su vida. Pronto aparecieron diferentes versiones sobre quien era el responsable del crimen. Varios medios acusaron a Montoneros. Sin embargo Mario Firmenich negó la acusación en un artículo publicado en “Noticias”, donde reconocía las disidencias políticas (recientemente Mugica había criticado la “adicción al fusil” de Montoneros) pero también lo reconoció dentro de un marco de lucha popular común. La ejecución respondía a uno de los grupos de la Triple A, comandada ideológicamente por José López Rega, quien era entonces secretario privado del presidente Perón y ministro de Bienestar Social. En 1973 Mugica había sido asesor de ese Ministerio durante dos meses, del cual había renunciado por “discrepancias insalvables en relación a la política aplicada a las villas miserias”. Los habitantes de la villa habían propuesto un plan de construcción de viviendas que se canalizaría a través de cooperativas populares con la mano de obra de los propios vecinos. El ministerio, en cambio, anunció que el proyecto lo llevarían a cabo empresas privadas. Mugica sostenía que el plan de cooperativas ayudaría a aliviar la desocupación y permitiría la participación del pueblo en el plan de reconstrucción nacional.
Carlos Mugica es silenciado por sus ideas y principalmente por su lucha junto a los más pobres, opuesta a los intereses y principios de la clase dominante. En oposición, es recordado por sus “hermanos de la villa” cada 11 de mayo cuando entonan una zamba especialmente compuesta para él:
Él que vivió con nosotros
en nuestras mesas comió
nos ayudó a superarnos
de otros nos defendió.
La espiga estaba madura
alguien la quiso cortar
no fue inútil la cosecha
ahora tenemos el pan.
Fuente: Mara Espasande, «Los Malditos» Vol. II. Pág. 411. Ed. Madres de Plaza de Mayo
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