Algunas enseñanzas del Gral. Ing. Manuel Savio

Dijo Mauricio Macri: «El carbón de Río Turbio no sirve y debemos importar de Chile». Responde el Gral. Savio:

General-Manuel-Savio

“Puede decirse que hasta ahora hemos desechado sistemáticamente todos nuestros yacimientos de minerales. De tal manera, hemos visto tomar rumbo al extranjero a grandes cantidades de minerales en el mismo grado de concentración compatible con las tarifas de transporte. Hemos anotado en nuestras estadísticas un valor que acrecentaba los ingresos ponderados en oro, pero sin dejar el efecto saludable que hubiese podido proporcionar el trabajo de su industrialización. Como saldo del balance, sólo debemos consignar un egreso de riqueza, una disminución del potencial… Muy poco pues, es lo que ha quedado como beneficio fuera de miserables jornales de extracción”

Primera colada de Arrabio en Zapla

 

MINERALES ESTRATEGICOS: HIERRO Y CARBON
EL CASO DE SAVIO Y EL DE MACRI

Desde hace ya mucho tiempo, tanto el Carbón como el Hierro son considerados minerales de carácter estratégico, ya que de ellos deriva (entre otras cosas) el acero, fundamental para la economía en general y para la guerra en particular.

Tanto es así que, a fines de la Segunda Guerra Mundial, se conformo la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) como entidad supranacional, conformada por Alemania Occidental, Francia, Italia y el BeNeLux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) cono el fin de regular la explotación de estos minerales, entre otras cosas, para evitar la posibilidad de un nuevo conflicto bélico.

Luego de esta introducción, dejamos un relato sobre el nacimiento de Altos Hornos Zapla, gracias a la visión del Gral Savio, visión de la que carece nuestro actual Presidente al afirmar que: «El carbón de Río Turbio no sirve y debemos importar de Chile»

Mas allá del beneficio económico derivado de su explotación, y destacando la importancia de desarrollar una actividad como tal en dicha región de la Patagonia y la necesidad de aumentar su ocupación, el carbón de Rio Turbio garantiza nuestra independencia en numerosas cuestiones gracias a su importancia estratégica.

Con el descubrimiento de los yacimientos de hierro en Zapla, la DGFM da inicio a la creación del Establecimiento Altos Hornos Zapla y la planta experimental de Palpalá, pilares de la nueva siderurgia argentina. El coronel Manuel N. Savio ya había explicado de forma excelente la importancia de formar una “conciencia metalúrgica”, en un discurso pronunciado en el salón de la Unión Industrial Argentina (UIA) en el mes de junio de 1942 que parece inspirado en la realidad contemporánea: “Puede decirse que hasta ahora hemos desechado sistemáticamente todos nuestros yacimientos de minerales… De tal manera, hemos visto tomar rumbo al extranjero a grandes cantidades de minerales en el mismo grado de concentración compatible con las tarifas de transporte; hemos anotado en nuestras estadísticas un valor que acrecentaba los ingresos ponderados en oro; pero sin dejar el efecto saludable que hubiese podido proporcionar el trabajo de su industrialización y, como saldo del balance, sólo debemos consignar un egreso de riqueza, una disminución del potencial… muy poco, pues, es lo que ha quedado como beneficio fuera de miserables jornales de extracción”.

El presidente Ramón Castillo suscribió el respectivo Decreto que mandaba crear el Establecimiento Altos Hornos Zapla. Se licitó la construcción de la planta experimental de Palpalá, obra que quedó adjudicada a la empresa sueca “Svenska Entreprenad A.B.”, asumiendo el proyecto y la supervisión de la instalación del alto horno. A cargo del capitán Enrique Lutteral, ayudado por el geólogo Victorio Angelelli, se elaboró la galería principal de la mina de Zapla, bautizada “9 de octubre” en homenaje a la fecha de la fundación de la DGFM. Construida a dos puntas sobre una longitud de 500 metros, o sea a partir de sus extremos, tratando de empalmar en su parte media. Un método inusual, contrario a todas las prácticas universales, adoptado porque los equipos de perforación –trabajando con barretas y martillos por la carencia de elementos mecánicos y automáticos- no podían avanzar más de un metro por día, mientras el plazo estricto fijado por Savio requería otro ritmo.

Había que construir un cable carril desde la sierra de Zapla a Palpalá, para asegurar la bajada del mineral. Varios técnicos recorrieron el país en su búsqueda. En una mina riojana abandonada llamada “La Mexicana” encontraron uno. Hurgando sin descanso consiguieron varios tramos. La habilidad de los técnicos permitió una instalación aérea con cables adquiridos en trozos, como si fueran géneros, que soldaron con perfección, disimulando las uniones. Una doble línea de cable carril tendida a lo largo de doce kilómetros y medio con cinco estaciones tensoras y 109 torres de hierro en forma de T, plantadas sobre basamento de hormigón, unió a Palpalá, ubicada a 1.105 metros sobre el nivel del mar, con el extremo más cercano del yacimiento, a 1.500 metros de altitud.

El 7 de marzo de 1944, después de un año de estudios previos, comenzó la construcción de la planta industrializadora de Palpalá. Y en dieciocho meses se levantó el alto horno que, caso único en el mundo, se construyó de hormigón armado por la carencia de los materiales clásicos. Para la fábrica eléctrica y los soplantes, especie de ventiladores gigantes que hacen las veces de pulmón del alto horno, se requería un motor de 500 HP y en el país se fabricaban apenas de 80 HP. Savio reunió a los industriales argentinos y por último, el ingeniero Torcuato Di Tella se comprometió a construir seis motores de 85 HP para seis soplantes en paralelo, de manera que la presión de uno no ahogara al otro. Se debía quemar el gas del alto horno en una caldera y pasarlo a turbina. En Bahía Blanca se halló un motor viejo de 1.200 HP con dos décadas de uso, que se reacondicionó.

Mientras Chile, Brasil y México para sus emprendimientos siderúrgicos contaban con la colaboración norteamericana, Savio –condicionado por la política exterior argentina que se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra- construía la planta piloto de Palpalá apelando a piezas en desuso recogidas a lo largo de todo el país. En un astillero viejo de San Fernando se compraron dos calderas antiguas, casi chatarra. Como no se pudieron obtener ladrillos refractarios para el interior del horno, una firma nacional los ofreció de sílice, siendo aceptados finalmente por los ingenieros suecos, pero sin ofrecer garantía.

Como combustible se utilizó carbón de leña del Chaco, Santiago del Estero y Salta. Inmediatamente, las voces de la prensa ecologista de ese entonces, clamaron “no se puede levantar la siderúrgica con carbón vegetal, vamos a quedarnos sin montes”. A lo que Savio respondió activando el Vivero de Pirané e iniciando las plantaciones de 15.000 hectáreas de eucaliptos en la zona Zapla-Palpalá, formando un bosque de 30 millones de árboles, que al día de hoy, permite todavía la realización de cortes cada siete años.

Se acercaba el día ansiado en que el horno entraría en funcionamiento. Se suscitó entonces una cuestión grave: no se contaba con los repuestos imprescindibles en caso de avería, que debían ser comprados en el exterior, y era claro que Zapla iba a ser jaqueada por el extranjero, debido a la importancia que remitía a la soberanía y defensa nacional. El riesgo a correr era inmenso, pues si se interrumpía la operación del alto horno el tiempo suficiente para que se enfriara y solidificase el material, su inutilización sería definitiva, y volarlo su destino sin remedio. Savio sopesó las circunstancias y dijo “¡Adelante!”, asumiendo toda la responsabilidad; la suerte lo acompañó pues el horno trabajó dos años sin problemas y a esa altura los repuestos ya estaban a mano.

El día 11 de octubre de 1945 surgiría el primer chorro brillante de hierro que, en palabras de Savio, “iluminará el camino ancho de la nación argentina”. Sin demora, el capitán Lutteral se tomó desquite: envió al sabio alemán Schlagimtweit, el mismo que tres años atrás sostuviera que “el mineral de Zapla no es reductible”, un trozo de lingote con una simple tarjeta: “Para que le clave los dientes”.

Así, Palpalá se fue convirtiendo, como lo quería Savio, en un centro de irradiación industrial, a la vez que elevaba el nivel económico, cultural y social de la región, transformando al pueblito que en 1940 tenía tan solo tres casas, en el tercer centro poblacional de Jujuy, con más 30.000 habitantes, viviendas espléndidas, escuelas primarias y técnicas, y centros culturales.

Claro, soplaban otros vientos que ahora. En el ya citado discurso a la Unión Industrial Argentina, en el mes de junio de 1942, Savio definió los lineamientos de lo que sería la planificación de la nueva industria, destacando primordialmente la “necesidad de protección, por lo menos en la etapa inicial”, señalando que “Me siento en el deber de expresar, sin eufemismos, que sin una franca protección del Estado, todo este plan y cualquier otro, correrá igual suerte; porque es un secreto a voces que la producción universal de todos los productos que he enunciado está controlada por organizaciones poderosas, con medios suficientes para determinar crisis decisivas donde y cuando convengan”.

¡FUERZA COMPAÑEROS DE YACIMIENTOS CARBONIFEROS FISCALES!

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