La Standard Oil se siente tan omnipotente en Salta que cuando dos pagadores suyos son asesinados con fines de robo, hace fijar en las calles de Orán el siguiente cartel:
«Standard Oil Company, Sociedad Anónima Argentina, promete pagar por la captura de los asesinos de los señores Hettman, Felinder e hidalgo, la suma de 5.000 pesos por cabeza, VIVO O MUERTO. J. B. Eskesen, vicepresidente».
Era arrogarse la administración de justicia, la incitación al crimen. La prometida recompensa desato la codicia y la caza de inocentes, un súbdito francés fue baleado, otros siete ciudadanos nativos fueron torturados y mantenidos colgados, uno de los cuales murió. Al final se comprobó que los asesinos de los pagaderos habían sido dos norteamericanos, padre e hijo.
Baldrich se convierte en el fiscal insobornable que desde la capital denuncia todos los atropellos y todas las corrupciones. Acusa con datos concretos. Sus revelaciones conmueven a la opinión. Un diputado plantea en la legislatura una investigación. El gobernador salteño Corbalan se dirige al Ministro de Guerra quejándose del presunto desacato de que ha sido objeto por parte del General Baldrich. Y pide sanciones. Los diarios publican extensamente esa nota que no guarda estilo, abundante en insultos personales.
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