Discurso pronunciado en Bogotá el 1º de marzo de 1928 en el banquete que le ofreciera el ministro de Industria de Colombia.
Nos congrega, señores, el moderno dios de la paz y de la guerra: el petróleo. Ningún problema se presenta en estos momentos en forma más grave, compleja y de solución más urgente a la consideración de los gobernantes, que la defensa y administración de esta riqueza, de características especialísimas.
Grave cuestión constituyen los trusts de petróleo. En cierta oportunidad, mientras se debatía en el Congreso argentino el proyecto de Ley de Petróleo, se me preguntó cuál de los dos trusts, el anglo-holandés, Royal Dutch, o el norteamericano, Standard Oil,era preferible por su capacidad técnica, método de trabajo y modalidades.
Al fin de cuentas, los dos grupos son equivalentes y compararía con una cuerda de cáñamo al grupo norteamericano, y con una de seda al europeo; de modo que en respuesta a la pregunta que se me hiciera manifesté que si las dos cuerdas, ruda la una y suave la otra, han de servir para ahorcarnos, me parecía más inteligente renunciar a ambas,y concentrando nuestra voluntad y nuestra capacidad en este problema especial, de características únicas, resolverlo por nuestras propias fuerzas, haciendo con ello un gran bien que las generaciones futuras agradecerán.
Señores: Cuando en viaje aéreo a esta bella capital, admiraba la opulencia de vuestra naturaleza y observaba el bajo standard de vida de vuestro pueblo, recordaba el espectáculo semejante que presenta nuestro norte argentino, que hiciera exclamar a uno de nuestros hombres públicos: “¡La miseria de un país rico!” Y ello es exacto para nuestros dos países porque aún no nos hemos empeñado con decisión y ahínco en el recorrido de nuestra tercera etapa histórica.
Nuestros países inician el tercer período de su evolución: a la emancipación sucede la constitución política y a ésta debe suceder la organización económica. A los fundadores de la nacionalidad suceden los organizadores constitucionales y a éstos las generaciones, la nuestra entre ellas, que resolverán el bienestar de los habitantes del país por medio de la más adecuada y conveniente organización económica, es decir, por la mejor explotación de nuestras riquezas naturales, el mejor aprovechamiento de sus potencialidades y por el desarrollo económico y especulativo de sus fuentes productivas.
Esta es la tarea que no hemos cumplido y que nos espera, en cuya base se encuentra el petróleo; y los pueblos que con mayor inteligencia y precisión resuelvan su aprovechamiento,tanto mejor y más elevado será el standard de vida que alcancen.
Señores: Que la providencia ilumine la mente de los gobernantes colombianos y argentinos para abordar y dar término al magno problema con toda la decisión y la energía requeridas, sin preocuparse por las voces de amago o presiones tendientes a inmovilizaron torcer nuestros propósitos, que deben ser inflexibles como nuestra soberanía,para que, así como la emancipación política del continente se selló con las dos corrientes emancipadoras de Bolívar y San Martín, realicemos nuestra independencia económica por la conjunción de nuestros ideales y de nuestros estandartes, y hagamos posible a Latinoamérica el cumplimiento de la misión que tiene asignada en la historia de la humanidad. Sólo entonces habremos dado término integral al mandato de nuestros libertadores, asegurando la felicidad y el bienestar de nuestros pueblos.
Fuente: BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO ARGENTINO / IV Tulio Halperín Donghi. Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930)
Extraído de Historia y Doctrina de la UCR
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