“El problema actual es eminentemente político, y sin solución política no hay ninguna solución para otros sectores en particular.” J. D. Perón
Hace 43 años, un día como ayer pero de 1974, el General Perón presentaba en el Congreso Nacional la última actualización política doctrinaria de la Doctrina Nacional Justicialista, el MODELO ARGENTINO PARA EL PROYECTO NACIONAL, síntesis acabada del estadista y líder político más importante que ha dado el Continente y para nosotros en la actualidad, hoja de ruta fundamental donde escudriñar las aristas del Proyecto Nacional que la Patria demanda. En sus páginas y adelantándose lúcidamente a su tiempo histórico, reflexionó sobre los modos de revertir la dependencia colonial del país, el rol del imperialismo, las políticas económicas y las formas de organización política de la Nación, la justicia social, el desarrollo de una cultura nacional que enfrentase el neocolonialismo, la necesidad de lograr la soberanía científico tecnológica, el rol de la Universidad y de los intelectuales, la relevancia de la ecología, la organización institucional del proceso de cambio, etc.
Cientos de textos de escarnio y prevaricación se han escrito en torno al último Perón. Lo real es que antes del desenlace trágico que significó el 24 de marzo de 1976, el General se erigió como único garante del proyecto emancipador en el que durante toda su vida estuvo empeñado. Entonces, ganó las elecciones presidenciales con un 62 por ciento de votos. Y lo cierto es que entre el 25 de mayo de 1973 y el 1 de julio de 1974 se desarrolló una política de gobierno que, en pocos meses, fue capaz de contener la inflación, elevar el salario real, reducir el desempleo, aumentar la participación de los trabajadores en el PBI, consensuar una Ley de contratos de trabajo, reactivar el mercado interno y fomentar la producción industrial, nacionalizar la banca y el comercio exterior agropecuario, reglamentar el capital extranjero, poner en marcha la construcción de represas hidroeléctricas y el suministro eléctrico por energía nuclear, llenar las aulas universitarias de nuevos estudiantes, diseñar un Plan para el autoabastecimiento energético, incorporar al país al Movimiento de Países No Alineados, expulsar las misiones militares extranjeras de suelo argentino, intentar recuperar diplomáticamente las Islas Malvinas, romper el bloqueo a Cuba, resolver viejos conflictos limítrofes, abrir nuestro comercio a China, la Unión Soviética y los países socialistas, entre las medidas más relevantes.
Perón resumía conceptualmente su Proyecto Nacional en los siguientes términos: “Por más coherencia que exhiba un modelo, no será argentino si no se inserta en el camino de la liberación.” Los objetivos de transformación y justicia que habían caracterizado sus primeras presidencias se ratifican y refuerzan en el Modelo Argentino a la luz de las exigencias de un contexto geopolítico regional, donde el proyecto neoliberal se imponía violentamente a través de Golpes de Estado en Chile, Uruguay y Brasil. En este marco, y evaluando además los fraccionamientos existentes dentro del movimiento y la necesidad de revertir las profundas problemáticas sociales derivadas de 18 años de políticas de extranjerización de la estructura económica nacional, planteaba que la Unidad y el Pacto Social eran las alternativas para enfrentar una geopolítica cada vez más hostil a las experiencias de los nacionalismos populares. Tras casi dos décadas de gobiernos de facto y “democracias” restringidas, el país necesitaba avanzar en la edificación de consensos partidarios y sectoriales como reaseguro para el desarrollo de una política de reconstrucción nacional con fuerza suficiente para enfrentar a los poderosos de adentro y de afuera y cimentar una “Democracia social”, cuya forma de gobierno fuese “Representativa, Republicana, Federal y Social.” En consecuencia, se estipulaba que: “El primer objetivo del Modelo Argentino consiste en ofrecer un amplio ámbito de coincidencia para que, de una vez por todas, los argentinos clausuremos la discusión acerca de aquellos aspectos sobre los cuales ya deberíamos estar de acuerdo.” Y a continuación sostenía: “O profundizamos las coincidencias para emprender la formidable empresa de clarificar y edificar una gran Nación, o continuamos paralizados en una absurda intolerancia que nos conducirá a una definitiva frustración. (…) Los sectarismos no nos conducirán jamás a la liberación. (…) Encerrarnos en nuestras ideas y procurar imponerlas por el peso de una fuerza circunstancial, significaría caer en el mismo error por el que han transitado aquellos a quienes hoy enfrentamos.”
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