Un 28 de julio de 1911 nacía Arturo Sampay en Concordia, Entre Ríos, otro de aquellos patriotas borrados de la historia. Notable pensador popular, teórico del Estado, especialista en derecho constitucional y derecho político, fue el arquitecto y mentor de la Constitución Nacional de 1949, carta magna de la Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
De origen radical, Sampay se sumó al peronismo en 1945. Integrante de los equipos políticos del gobernador Domingo Mercante, luego de la caída en desgracia de este gran dirigente, fue perseguido y pudo regresar al país recién en 1958.
Fundador y director de la revista Realidad Económica, no fue sino hasta 1973 que le fueron reconocidos los cargos docentes universitarios. Muere en La Plata en febrero de 1977.
Compartimos la Constitución Nacional de 1949 haciendo hincapié en la lectura de su Artículo 40, caracterizado por Scalabrini Ortiz como «El Bastión de la República»: Clic Aquí
También se encuentra disponible para descargar en la Biblioteca Digital de La Baldrich un fragmento del Informe del convencional constituyente Arturo Sampay del 8 de marzo de 1949.
Sampay fue adelantado que denunciaba, así como Scalabrini Ortiz, las nuevas herramientas de colonización por parte del imperialismo: “La manera moderna con que el país de desarrollo avanzado controla, gradúa y conforma la economía del país indesarrollado, no es ya mediante la anexión pura y simple del territorio de éste, como fue el método durante los siglos XVIII y XIX, sino manejándole su propio crédito y moneda. En efecto, el desarrollo de un país se desenvuelve a través de su política de inversiones, y quien da las órdenes sobre el crédito y sobre la expansión o contracción de la circulación monetaria, tiene en sus manos el desarrollo de ese país y lo maneja de manera imperceptible pero firme, como los dedos del titiritero los movimientos del títere”. También nos hablaba de los opresores locales en «La revolución de nuestro tiempo»: “El aliado interno de nuestro dominador es el pequeño grupo designado oligarquía. (…) Al participar de los beneficios de la explotación extranjera sobre la gran masa de los sectores populares y al moverse a guisa exclusiva de sus intereses individuales, se hacen adictos francos o vergonzantes del statu quo inicuo, y partidarios del ostracismo político de esos sectores populares, ostracismo al que ineludiblemente tiene que recurrir la oligarquía para gobernar”.
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