En este discurso se elogia la obra de un olvidado del peronismo: Roberto Pettinato padre
Siguiendo una costumbre que ya hemos establecido, tengo hoy la inmensa satisfacción de recibirlos y estrecharles la mano a cada uno de ustedes, pidiéndoles que sinteticen en ello todo el cariño que siento por la institución que ustedes están conformando en el país.
He dicho en otras oportunidades, a los muchachos egresados de la Escuela, que ustedes tienen una responsabilidad especial. Esa responsabilidad estriba, precisamente, en su propio comportamiento dentro del sistema carcelario argentino.
En la República argentina, desde 1946, se ha venido propugnado una reforma del sistema carcelario. Esa reforma, como todas las cuestiones justicialistas, ha ido hacia la humanización del sistema; vale decir que nosotros consideramos que en esta actividad es donde quizá sea más necesaria la humanización, porque en todos los sistemas carcelarios del mundo hay cierto sentido de deshumanización de la función. Los hombres que están en razón de delitos, y la sociedad los aparta evita esos delitos y no para ensañarse con ellos o aplicarles castigos corporales de cualquier naturaleza. Por ello, nuestra Constitución sigue manteniendo el concepto de que las cárceles son para cuidado y no para castigo de los presos.
Esto ha logrado merced a la preocupación que han puesto ustedes y, en especial, el señor Pettinato, que es el hombre que ha cristalizado toda nuestra orientación de reforma del sistema carcelario argentino y a quien también le corresponde el mérito de haberla realizado en tan grata escala. Ha sido también un defensor de nuestra doctrina y de nuestras teorías carcelarias en todas partes del mundo. La República no olvidara nunca que con él se inicia una etapa en el sistema de reclusión argentino, como tampoco olvidará que ustedes son los creadores y realizadores de este nuevo sistema.
Toda esta orientación humanitaria de la función carcelaria argentina no tendría ningún éxito si cada uno de ustedes no pusiera en el desempeño de las tareas que le son propias la necesaria actividad que lleve también a la cárcel, hasta en su más mínimo detalle, este sistema de humanización que nosotros propugnamos. Queremos la reforma de los hombres y no queremos que el individuo se pudra, como se hacía antes, en la cárcel. Por el contrario, queremos hacer del recluso un hombre útil a la sociedad; si conseguimos eso, habremos logrado realizar una tarea de gran valor patriótico y humanista: devolver un individuo útil a la sociedad que lo había descartado. Por eso, aunque todavía, por ser muy jóvenes, no comprendan todo el alcance que esta orientación tiene para el desarrollo de todo el sistema, recuerden siempre que todos los desvelos que las autoridades carcelarias argentinas ponen en esta tarea de humanización no tendrán una realización eficiente si en cada uno de ustedes no encuentra un consciente realizador de la propia doctrina, hasta en los más mínimos detalles de la vida dentro del sistema de reclusión.
El éxito no depende solamente de la concepción doctrinaria; no depende tampoco de la preocupación y del desvelo que el señor Pettinato ha puesto en realizar sus tareas tan inteligentemente como lo ha hecho hasta ahora, constituyéndose en el hombre que ha sentado un nuevo destino en el mundo en materia de acción y función carcelaria y que ha llevado también al mundo entero el conocimiento de nuestras concepciones y de nuestra humanística tarea en el tratamiento de los reclusos; depende también de ustedes, que son los verdaderos artífices.
Comienzan una profesión que es noble como la que más y que implica una tremenda responsabilidad a cumplir: realizar ese concepto de la humanización. Para ello, cada hombre necesita tener un corazón humano y sensible a las miserias y las toleren, realizando una tarea que termine con esas miserias de las cárceles y de los reclusos. En manos de ustedes está la iniciación de eso.
Quizá llegue el día en que alguno de ustedes sea el jefe de toda esta institución que honra la República en nuestros días, y cuando ese momento llegue y comprendan toda la grandeza de esta concepción argentina, la realizarán con la misma unción, con el mismo espíritu de sacrificio y con la misma dedicación que hemos visto poner en el primer jefe que ha tenido la institución, el señor Pettinato, quién ha puesto de sí lo que le ha sido posible por honrarla y engrandecerla.
Que sean felices y que tengan mucho éxito en su carrea.
Fuente: Obras completas Juan Domingo Perón 15
Dejar una contestacion