Hoy se cumplen 60 años de lo que fue mayor atentado terrorista, primero en Argentina, y, además, único bombardeo del siglo XX a una ciudad abierta en el continente americano. Se estima fallecieron alrededor de 400 personas y resultaron heridas entre 800 y 2000.
Ese 16 de junio, durante cinco horas, perpetrando un crimen de lesa humanidad escuadrones de aviones pertenecientes, principalmente, a la Aviación Naval de la Marina de Guerra descargaron 14 toneladas de bombas, balas de munición aérea y combustible líquido sobre la Plaza de Mayo, la Casa Rosada, el Ministerio de Guerra, así como el edificio de la CGT y la entonces residencia presidencial.
Era un jueves gris, frío pero laborable, cuando 34 pájaros de acero, llenos de odio hacia el Pueblo, bombardearon Buenos Aires con el presunto objetivo de asesinar al presidente constitucional Gral. Juan Domingo Perón. No existen antecedentes en la historia mundial de que miembros de las Fuerzas Armadas de un país, con la connivencia de sectores civiles, descargaran sus bombas y ametrallaran a la pacífica población civil en una ciudad abierta, como forma de implantar el terror y el escarmiento para lograr la toma del poder.
Los motivos de los criminales fueron claros: consideraban necesario, impulsados por las potencias extranjeras, poner fin al gobierno del supuesto “tirano” que había emancipado económicamente al país y dignificado al Pueblo, tachado por ellos como “masa bárbara”, perjudicando así a los intereses de la antigua élite dominante, administradora corrupta de un país colonial con economía extranjerizada y un Pueblo oprimido.
Antecedentes
En septiembre de 1951 se produjo un primer intento fallido de golpe de estado llevado adelante por algunos efectivos del Ejército, con apoyo de sectores civiles. A partir de entonces ciertos militares permanecieron en estado de conspiración latente. En noviembre de ese mismo año se llevaron a cabo las elecciones presidenciales que demostraron que la gran mayoría del Pueblo argentino reconocía en el gobierno de Perón a su propio gobierno, es decir, que lo representaba en su voluntad soberana. Entonces, los representantes de las minorías oligárquicas, siervos de los imperialismos, comprobaron que, por medio de las urnas, no podrían llegar al gobierno mientras el Gral. Perón condujera la nave de la Nación. Dos años después, en abril de 1953, un grupo comando antiperonista realizó un atentado en la Plaza de Mayo durante un acto sindical de CGT, que dejó como saldo 6 personas muertas y casi 100 heridos producto del estallido de dos bombas.
Ya en 1955, en marco del enfrentamiento entre el gobierno y los altos mandos de la iglesia católica, con la oligarquía instigadora unida a estos, la procesión del Corpus Christi tomará un dimensión que excederá lo religioso: Había sido prevista y autorizada para el 9 de junio, pero las jerarquías eclesiásticas decidieron retrasarla dos días, para reunir más asistentes, a pesar de que el Ministerio del Interior que no la autorizaría en esa fecha. El 11 de junio, teñida por un clima opositor, se produjo la movilización en la cual, según denunció el gobierno, se arrancaron placas conmemorativas de Evita y fue arriada la bandera argentina del mástil del Congreso Nacional para luego ser quemada.
A raíz de estos hechos, el gobierno organizó un acto de desagravio a la bandera nacional, que se realizaría, el jueves 16 de junio. El ministro de Aeronáutica, brigadier mayor Juan Ignacio San Martín, dispuso que la aviación testimoniara su adhesión, desagraviando a la vez la memoria del general José de San Martín. Para esto decidió que una formación de aviones sobrevolaría la Catedral de Buenos Aires, donde descansan los restos del Libertador.
Los planes para bombardear Buenos Aires
La confabulación proyectada consistía en aprovechar el vuelo-homenaje que despegaría a las 8 de la mañana, y bombardear, entre otros objetivos, la Plaza de Mayo, la Casa de Gobierno y el Ministerio de Guerra para escarmentar al Pueblo argentino e intentar tomar el gobierno.
Después del último vuelo de bombardeo y metralla, las Tropas de Infantería de Marina B4 vanzarían desde la Dársena Norte del Puerto de Buenos Aires para tomar la Casa Rosada, con el apoyo armado de grupos civiles armados apostados en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, pertenecientes, entre otras extracciones antiperonistas, al nacionalismo católico y juventudes universitarias. Se había previsto la toma de la emisora de Radio Mitre y de la central de Teléfonos del Estado para difundir una proclama revolucionaria redactada por el “galerita” Zavala Ortiz. Además, los insurrectos pretendían, con el bombardeo, desatar una sublevación en otros sectores del Ejército que no habían sido consultados y recibir apoyo de la oposición. Si ello prosperaba, los conspiradores ya contaban con un triunvirato civil que iba a tomar el poder, integrado por Zavala Ortiz, Adolfo Viches del partido conservador, y el “socialista” Américo Ghioldi.
Acontecimientos trágicos del 16 de Junio
El plan se retrasó por razones climáticas. Se esperaba comenzar el bombardeo a las 9 de la mañana cuando el presidente Perón estuviese reunido con su Estado Mayor, pero este recién se inició al mediodía, cuando el cielo se despejó. La primera bomba, que cayó en el techo de la Casa Rosada, habría sido la única capaz de ser explicada, en el marco del confieso objetivo golpista de matar a Perón, quien logró salvar su vida ocultándose en el Ministerio de Guerra. La siguiente detonación dio en un trolebús repleto de niños que circulaba por Paseo Colón y mató a todos sus ocupantes, mientras la gente que estaba en la plaza corría con tanto desconcierto como desesperación. Las bombas siguieron cayendo, en plena Plaza de Mayo y edificios adyacentes. A los heridos, en su mayoría mutilados, desangrándose, comenzaban a tratar de llevarlos por cualquier medio de transporte, porque no alcanzaban las ambulancias, para que recibieran atención médica, que se vería rápidamente colapsada.
Los estallidos sirvieron de señal para el despliegue de los Infantes de Marina desde el Ministerio del este arma y del Arsenal Naval de Puerto Nuevo, hasta llegar a la Plaza Colón, a menos de 100 metros de la Casa Rosada, lugar desde donde la ametrallaron. Desde la sede de gobierno sostuvieron y replicaron el embate cuarenta heróicos granaderos. Siguiendo con el plan gorila, un grupo de comandos civiles y marinos se apoderó de Radio Mitre, desde donde comenzó a irradiarse la «proclama» anunciando la muerte del presidente, pero la lectura fue interrumpida y se procedió a la transmisión de un comunicado con la firma de Perón informando sobre la situación imperante.
Poco más tarde, durante una nueva incursión aérea, la plaza ya era un tendal de cadáveres y cuerpos mutilados. Había feroces tiroteos, y la presencia de fuerzas leales del Ejército obligaba en otros puntos de la ciudad a las fuerzas antipatria a replegarse en el Ministerio de Marina. Los insurrectos capitularían al caer la tarde, luego de sufrir una improvisada invasión por parte del pueblo, el protagonista movilizado por la central obrera, que cercó, para defender al gobierno constitucional, el Ministerio de Marina sublevado, contrariando incluso las órdenes de desmovilización del general Perón.
Pasadas las 17 horas, ante el fracaso del golpe, fueron cesando los ataques y los aviones rebeldes se fugaron hacia Montevideo dejando atrás una Plaza de Mayo que ofrecía un espectáculo de horror. Muertos y heridos por todas partes, aquí y allá, charcos de sangre y restos humanos, cráteres en las calles, automóviles incendiados, una atmósfera envenenada de muerte y pólvora, de fuego y destrucción. Con la Marina ya rendida, uno de los últimos aviones, al sobrevolar los alrededores de la CGT, encuentra a un grupo de trabajadores, y sobre ellos descarga su artillería, inútil, sólo cargada de odio de clase.
El golpe salvaje fue sofocado y los aviones volaron al Uruguay llevando a partícipes civiles y militares, que fueron recibidos en Montevideo por el presidente Luis Batlle Berres, que los alojó, les compró ropa y les dio dinero para gastos. Esto demuestra que semejante conspiración se realizó con el apoyo de militares extranjeros, y seguramente con la complicidad del Departamento de Estado norteamericano y de la Foreing Office británica. Permanecieron en Uruguay hasta tres meses después, cuando el imperialismo a través de sus títeres logró derrocar el gobierno constitucional de Perón y dió lugar al comienzo de una dictadura feroz, autodenominada “Revolución Libertadora”, recordada como “La Fusiladora”.
Muchos de los aviones criminales que participaron en el bombardeo a Plaza de Mayo habían sido pintados con la insignia Cristo Vence, con una “V” y en el centro de ella una cruz. Para justificar tamaño crimen de lesa humanidad, los ejecutores apelaron a un fundamento religioso como ya se ha visto a lo largo de la historia. El signo luego sería transformado por el peronismo para hacerlo propio, con la “V” y la “P” de Perón para representar su retorno y la lucha que articularía la resistencia peronista.
Continuismo antipatria para la entrega del país
La gran mayoría de los verdugos continuaron a lo largo de los años traicionando a la Patria desde distintos cargos, con la excepción del vicealmirante Benjamín Gargiulo que se suicidó tras el fracaso del golpe del 16 de junio.
Del atentado de 1953, se destaca Roque Carranza, quien fue ministro entre 1983 y 1986 y, a su muerte, fue “homenajeado” con su nombre en una una estación de subterráneo.
El golpe de Estado de septiembre del 55, premió a mucho asesinos: El contraalmirante Toranzo Calderón fue Embajador en España, el contraalmirante Olivieri (Ministro de Marina conspirador contra el propio gobierno en 1955), embajador ante la ONU; Adolfo Vicchi, Embajador en Estados Unidos; Luis María de Pablo Pardo del nacionalismo católico, Ministro del Interior y Miguel Ángel Zabala Ortiz, es bueno recordarlo, Canciller entre 1963 y 1966, fue quien se ocupó de impedir que Perón regresara a la Argentina, haciendo que su avión fuera enviado de vuelta a Madrid desde Río de Janeiro en 1964. Los secretarios de Olivieri, Emilio Massera y Oscar Montes, se reciclaron y volvimos a padecerlos en la última dictadura de 1976, como así también a Osvaldo Cacciatore que fue intendente porteño.
Los pilotos y demás fugados a Uruguay fueron recibidos por el capitán Carlos Guillermo Suárez Mason, prófugo desde el intento de golpe de septiembre de 1951. Suárez Mason sería comandante durante la última dictadura y vaciaría Y.P.F., convirtiéndola en la única petrolera del mundo con pérdidas sistemáticas.
Entre los comandos civiles se destaca la participación del periodista Mariano Grondona, de confesa participación, que estaba a cargo de la célula de los Comandos Civiles en la Facultad de Derecho. De los civiles alzados contra el poder democrático también formaron parte Américo Ghioldi, “socialdemócrata” nombrado embajador en Portugal en 1976 y el ya nombrado Zabala Ortiz, jefe de los grupos civiles.
Esta tremenda masacre fue y es silenciada parte de los representantes de la historia oficial. Han pasado sesenta años y aunque en 2009 el Parlamento sancionó una ley reparatoria para las víctimas del levantamiento del 16 de junio, el bombardeo aún es uno de los episodios menos esclarecidos de la historia argentina. Los asesinos del 16 de junio de 1955 jamás fueron condenados por sus crímenes de lesa humanidad. Estos hechos no preescriben judicialmente. El pueblo tiene memoria y exije memoria para conocer la verdad y, con ella, construir la necesaria justicia.
Videos:
Bombardeo gorila a Plaza de Mayo – 16 de junio de 1955 (Fragmento de “Sinfonía del Sentimiento” de Leonardo Favio):
Bombardeo a Plaza de Mayo, el proyecto de milicias populares y el golpe de 1955 (Fragmento de “La Revolución Justicialista” de Solanas y Getino):
Película “El día que bombardearon Buenos Aires” de Marcelo Goyeneche (2004):
El día que bombardearon Buenos Aires de Marcelo Goyeneche en Vimeo.
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