HILDA GUERRERO DE MOLINA (¿? – 1967)
Derrocado el presidente Illia, el 28 de junio de 1966, se instala en el poder el general Juan Carlos Onganía. Después de los coqueteos iniciales con un sector del sindicalismo, el gobierno militar muestra su verdadera naturaleza, especialmente a partir de la designación, como Ministro de Economía, del Dr. Adalbert Krieger Vassena (31/12/1966).
Pero bien pronto se inicia la resistencia popular. El cierre de ingenios azucareros – con el argumento de modernizar la economía tucumana- provoca la reacción de la F.O.T.I.A, (Federación Obrera de Trabajadores de la Industria del Azúcar). Cuatrocientos obreros despedidos del ingenio Santa Lucía inician sus reclamos en los primeros días de enero de 1967. El 9 se produce la primera manifestación importante y el día 11, la FOTIA ordena una concentración masiva frente al ingenio Bella Vista. Trabajadores de ambos ingenios se movilizan conjuntamente y al encontrar cerrada la ruta por fuerzas policiales, toman a campo traviesa para concentrarse en el lugar fijado y hacer valer sus derechos. Cuando las filas de los manifestantes vuelven a reagruparse, cerca del ingenio y avanzan con antorchas encendidas iluminando la noche tucumana, se produce la represión policial.
Una de los integrantes de la cabeza de la manifestación es Hilda Guerrero de Molina, esposa de un obrero azucarero y madre de dos criaturas. Varios gendarmes tirotean al grupo de los trabajadores. Uno de ellos, Gabriel Felipe Figueroa, apunta hacia la mujer y abre fuego. Hilda cayó bañada en sangre y murió, poco después.
En la película “El rigor del destino”, su director –Gerardo Vallejo- reconstruye el asesinato de esta militante tucumana, cuyo nombre permanece en la memoria colectiva de las luchas obreras aunque, por supuesto, no ingresa al calendario de los recordatorios oficiales.
Como ella, son muchas las mujeres que han caído en la lucha por defender sus derechos –más cercana en el tiempo, podríamos recordar a Teresa Rodríguez- por lo cual esta mención quiere englobar a tantas luchadoras anónimas en las que la “historia oficial” no repara, pero que han aportado su lucha y su vida para la creación de una sociedad mejor.
Fuente: NORBERTO GALASSO – LOS MALDITOS – VOLUMEN I – PÁGINA 98. Ediciones Madres de Plaza de Mayo