JORGE DI PASCUALE (1930 – 1976)
Nace en Buenos Aires el 28 de diciembre de 1930, aunque formalmente figura como nacido el 6 de enero de 1931. Transcurre sus primeros años en Villa Lugano, donde se ha asentado su familia, inmigrantes que han venido de Italia. En esa zona, desarrolla su primer trabajo en una farmacia. A los diecinueve años, ingresa en la Farmacia Franco Inglesa, donde se desempeña durante ocho años. Políticamente ya se ha definido peronista y sindicalmente, a los veintiocho años (1958), ocupa el lugar de Secretario General de la Asociación de Empleados de Farmacia.
Muy pronto su figura crece, en el campo sindical y en el político, como hombre de ideas claras, conducta intachable y posiciones combativas. En 1960, es designado secretario de prensa de “las 62 organizaciones”. El 18 de marzo de 1962, es elegido diputado nacional por la Capital Federal, pero el presidente Frondizi, en su intento de parar el golpe militar, anula las elecciones.
Entre 1962 y 1964, se desempeña como secretario coordinador y supervisor del peronismo. Poco después, Perón lo designa como su delegado personal ante gobiernos amigos. Con ese motivo, viaja a Cuba, acompañado de Sebastián Borro y Juan Jonch, pasando luego a Egipto, Francia y varios países latinoamericanos. En el cumplimiento de estas misiones, mantiene un vínculo estrecho con el General. Existe información en el sentido de que Di Pascuale lo alertó a Perón acerca del fracaso del operativo retorno de 1964 porque no se había previsto, como correspondía, una importante movilización popular para asegurar su llegada.
En los años 1965 y 1966 –al producirse el enfrentamiento entre Perón y Vandor- Di Pascuale, constituye, junto a Andrés Framini y Amado Olmos, la base fundamental de las 62 organizaciones “De pie junto a Perón”, antagónicas al vandorismo.
En 1968, se destaca como uno de los principales impulsores –junto a Raimundo Ongaro- de la CGT de los Argentinos, de la cual pasa a ser secretario adjunto. Lleva ya dos décadas de lucha, con una posición inquebrantable, avalado por su gremio y reconocido por los sectores más combativos del peronismo. “La suya fue una conducta sindical pura y limpia –sostienen E. Jauretche y G. Levenson, en su libro ‘Héroes’-, ratificada durante veinte años por sus propios compañeros”, signada por triunfos y también por persecuciones. Varias veces sufre cárcel, pero ello no amengua sus ímpetus ni debilita su coherencia. Una de las últimas, es por “instigación a la rebelión e instigación al crimen”, según la imputación que le aplica el gobierno de Lanusse. La Asociación de Empleados de Farmacia se constituye, a través de su gestión, en uno de los lugares de permanente concurrencia de los hombres de la izquierda peronista.
En esa época, su posición combativa intenta encontrar cauce en el Peronismo de las Bases, donde milita por entonces, manteniendo contacto con diversas organizaciones cuyo objetivo es profundizar el proceso revolucionario hasta sus últimas consecuencias.
En 1973, participa del triunfo popular, pero después del fallecimiento de Perón (1º de julio de 1974) empieza a ser hostigado por las Tres A (A.A.A.). En 1975, viaja a Venezuela y permanece durante un tiempo en San Antonio de los Altos, donde funciona la Universidad de Trabajadores de América Latina. Sus compañeros de Buenos aires intentan persuadirlo para que no regrese y se mantenga en el exterior, dado el aumento de la represión. Pero igualmente decide volver, tomando las precauciones correspondientes. En ese período, se mantiene en la clandestinidad, durmiendo en lugares no habituales. Pero el 28 de diciembre de 1976, con motivo de su cumpleaños, se encuentra con su familia, en el barrio de La Paternal. Sus movimientos seguramente eran controlados porque allí lo detienen. A partir de ese momento, queda “desaparecido”.
Sólo se obtienen versiones diversas sobre su destino. Alguien informa que lo vio en el centro clandestino “El Vesubio”. Otro, en cambio, señala que se encontraba detenido en “El Banco”, un centro de detención clandestino, ubicado en Puente 12, en camino a Ezeiza.
Desaparece así uno de los gremialistas de más cristalina trayectoria y de posiciones más combativas. Sus compañeros de la Asociación de Empleados de Farmacia lo recuerdan siempre como un dirigente extraordinario, cuya ausencia se siente en los plenarios y asambleas. Sin embargo, dado que nunca tuvo prensa para expresarse, la mayor parte de la sociedad desconoce esta vida ejemplar, tronchada por el proceso genocida.
Fuente: FACUNDO CERSÓSIMO Y CECILIA FERRONI – LOS MALDITOS – VOLUMEN I – PÁGINA 78. Editorial Madres de Plaza de Mayo