¿Qué hacer? – Por Iciar Recalde

El régimen en su versión liberal y/o progresista niega que entre el Estado y el individuo existan organizaciones intermedias. La versión más extendida que NO es peronista y que explica en buena medida porque llegamos donde llegamos tras haber tirado por la borda 12 años de lo mejor que supimos darnos de la caída de Isabel al día de hoy e irnos sin pelear, es la de empoderamiento: esquema de arriba (líder) hacia abajo (ciudadanos), en el medio no hay nada (ni movimiento, ni partidos, ni sindicatos, ni clubes de barrio, ni sociedades de fomento, ni familia, ni capillas, nada más que el ciudadano aislado, noción demoliberal vinculada al mercado o, cuanto más, referenciado en algún “colectivo identitario”)

El peronismo propuso para la Argentina la comunidad organizada con centralidad en las organizaciones intermedias que denominó organizaciones libres del pueblo como reaseguro del bien común (la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación) que existen entre el Estado y las personas y que son las que verdaderamente representan sus verdaderos y legítimos intereses.

La democracia demoliberal instaurada en 1983 le sustrajo a la Argentina la esencia de un modelo de democracia social, orgánica y directa que aún espera en el futuro, es futuro, originalidad del peronismo y corazón de nuestra doctrina, que fueron las organizaciones libres del pueblo. Perón en 1974, vuelve al esquema clásico de la comunidad organizada de nuestra revolución justicialista, y propone darles centralidad («poder a las organizaciones libres del pueblo»: son libres y del pueblo: no las crea el Estado, sino la comunidad, cuestión poco entendida hoy que se espera llegar al Estado para comenzar a hacer desde allí) y les otorga carácter institucional en el Modelo Argentino (van a decir qué Argentina ansían y necesitan, van a diseñar el Proyecto Nacional). Sin lugar a dudas, está viva allí la doctrina social de la Iglesia que pregonaba principios medulares para nuestra argentinidad: armonía entre la libertad y la responsabilidad de la persona humana, solidaridad, identidad nacional, libertad de asociación, aunados con el objetivo del bien común general.

A secas, el peronismo propone la unidad en la diversidad de posturas y valores propios de los hombres y mujeres que constituyen una comunidad y no la quiebra de la unidad en la pluralidad de diversas “subculturas” separadas y a los codazos que lleva a la anomia y la decadencia actual.

El régimen en su versión liberal y/o progresista anula y quiere hacer desaparecer las organizaciones libres del pueblo reemplazándolas por “colectivos identitarios” sin estructura orgánica ni contenido nacional y comunitario.

Allí está la cifra del qué hacer: Perón en su doctrina.

 

Por Iciar Recalde

 

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