Impacto de la utilización de hidrocarburos en la Antártida
Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), se estima que aún quedan 10 billones de toneladas de reservas de hidrocarburos[1] en la totalidad del subsuelo global. La utilización de estos combustibles en la generación de energía arroja importantes emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, provocando un aumento de las temperaturas y, en consecuencia, un masivo deshielo de la Antártida.
La capa de hielo del continente representa una amenaza, ya que, de derretirse, tiene el potencial para causar el deshielo de grandes masas. El deshielo de los glaciares en el océano eleva el nivel del mar en todo el mundo. La velocidad en la que se derriten las capas de hielo de la Antártida, con temperaturas cada vez mayores, afectará una enorme cantidad de poblaciones de todo el mundo. En el peor de los escenarios, estamos hablando de aumentos en los mares de entre 50 y 60 metros de altura.
A su vez, el aumento cada vez más elevado de temperatura en las aguas impacta directamente en la vida silvestre de la Antártida. Esto podría atraer nuevas especies de animales y plantas, generando una competencia por la vida antártica que está adaptada a temperaturas bajo cero.
La pérdida de superficie helada también implica grandes consecuencias para la población de krill, la base de la cadena alimenticia en la Antártida, que se agrupan en torno al hielo marino para obtener alimento y refugio. Simultáneamente, esto desencadenaría efectos en todo el ecosistema antártico ya que prácticamente toda la fauna antártica, desde ballenas hasta pingüinos y focas, depende del mismo como principal fuente de alimento. De ocurrir este gran deshielo en el continente, las mayores reducciones de hielo marino se producirían en las áreas de principal concentración de krill.
Para evitar el deshielo de la mayor parte de la Antártida, la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero resulta esencial. Sin embargo, este hecho tiene como predecesor el desarrollo de un complejo proceso de transformación de la matriz energética global, regional y local. La misma supone numerosos desafíos ya que implica no sólo dejar de producir energía a partir de fuentes no renovables, sino que además, supone la adaptación de los sistemas energéticos y eléctricos, así como transformar la industria automotriz, que resulta una de las mayores responsables de la emisión de gases de efecto invernadero. Este proceso, además, debe ir acompañado del desarrollo de las capacidades científico-tecnológicas, por lo que a nivel global se está desarrollando una disputa geopolítica, centrada principalmente en la industria 4.0 y en las tecnologías de almacenamiento. Los desafíos son múltiples, sin embargo, es necesario avanzar en esta dirección.
Hidrocarburos en la Antártida
En la Antártida se han detectado al menos tres grandes cuencas petrolíferas: la del mar de Weddell, la de las montañas Transantárticas y la del mar de Ross. Las dos primeras se ubican en la península, la zona más conflictiva en cuanto a reivindicaciones territoriales. El buque norteamericano Glomar Challenger inició en 1970 perforaciones en la plataforma continental del mar de Ross, auspiciado por la National Science Foundation. Para geólogos argentinos, las reservas del mar de Weddell pueden alcanzar 1.000 millones de metros cúbicos. En el Congreso Mundial de Petróleo de 1975, se afirmó que las reservas antárticas de hidrocarburos abarcarían un área de 2,2 millones de kilómetros cuadrados.
Luego de que se frustraran los intentos de establecer reglas para la explotación minera e hidrocarburífera en la Antártida y como resultado de las experiencias del Año Geofísico Internacional, entró en vigor el Protocolo al Tratado Antártico. Este hecho tomó lugar desde el 1 de julio de 1957 al 31 de diciembre de 1958 y consistió en la cooperación de más de 30.000 científicos y técnicos de 66 países en una serie de observaciones sobre la Tierra y sus alrededores , siendo uno de los eventos científico con más alcance en la historia. El tratado establece la conservación global del medio ambiente antártico y de los ecosistemas dependientes y asociados, asignándole fines plenamente científicos y pacíficos. Prohibiendo así, acciones que peligren lo mencionado, como la explotación de sus recursos naturales.
Éste se firmó en Washington, Estados Unidos el 1° de diciembre de 1959 y entró en vigor el 23 de junio de 1961 al obtener la ratificación parlamentaria de sus 13 signatarios originales, donde se incluye la Argentina. Hoy en día, 49 países forman parte del Sistema del Tratado Antártico. 28 de ellos poseen actividad e investigaciones activas en el continente.
Actualmente el mercado del petróleo está sufriendo una severa crisis en consecuencia de la reducción de la demanda, como resultado de la recesión económica ocasionada por la expansión del covid-19 y la interrupción de las cadenas de producción, sumado a la guerra de precios entre Rusia y Arabia Saudí y la crisis de almacenamiento, el precio del petróleo cayó a niveles históricos. Independientemente de esto, el petróleo continúa siendo un recurso estratégico al ser una de las principales fuentes primarias de energía en la actualidad, lo que conlleva a los Estados a emprender una disputa geopolítica por su apropiación.
A pesar de que en la actualidad la explotación de los hidrocarburos, entre otros recursos, sea extremadamente difícil, de carácter prohibitivo y el Tratado Antártico proteja al continente de la misma, éste no es explícito y preciso a la hora de detallar dicha cuestión, lo que da pie e incentivo a la carrera a la que se someten los Estados para controlar el recurso y las propuestas para derogar el Tratado.
Conclusión
La disputa por la potencial explotación de los recursos antárticos, entre ellos los hidrocarburíferos, sigue vigente. En el año 2048 se abre la posibilidad de revisar el Protocolo medioambiental, lo que genera especulaciones sobre la potencial explotación de minerales e hidrocarburos en el sexto continente.
La sociedad del hiperconsumo, basada en la combustión de hidrocarburos y en sobreexplotación de la naturaleza, ha puesto, pone y pondrá en juego la continuidad de la vida del medio ambiente y por consiguiente, la nuestra. Es necesario replantearnos esta idea para pensar de presente a futuro, cómo consumimos, cómo producimos y cómo generamos la energía. Resulta necesario entonces avanzar en la transformación de la matriz energética y primordialmente en la preservación del Tratado antártico y lo que el mismo conlleva, defendiendo así, nuestra soberanía allí y la protección del continente brindándole únicamente fines pacíficos y científicos. Para evitar los efectos del cambio climático y el masivo deshielo de la Antártida es necesario mantener y respetar estas medidas. Cuantos más gases de efecto invernadero emitamos a la atmósfera, y cuanto menos cuidado le brindemos a la conservación de la Antártida, menos probabilidad hay de que reduzcamos los efectos perjudiciales que esto conllevaría.
Citas
[1] Los hidrocarburos son compuestos orgánicos cuya estructura molecular se forma de la unión entre átomos de hidrógeno y carbono. El petróleo (en estado líquido) y el gas natural (en estado gaseoso) son mezclas de hidrocarburos. Estos son insolubles en agua y no biodegradables. Suelen encontrarse en yacimientos, depósitos o reservorios al nivel del subsuelo, ya sea en la plataforma terrestre o en la plataforma marina y tienen diversos usos tanto a nivel industrial como en la cotidianeidad, ya que a partir de ellos se obtienen recursos para la industria automotriz, eléctrica, química y de los materiales.
Por Delfina De Nicolo. Estudiante de la Licenciatura en Biología (UNLP). Miembro del CENAC.
Fuente: CENAC
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