Repensar a Saúl Edolver Ubaldini, un gigante del Movimiento Obrero Argentino – Por Federico Puccinelli

El retorno democrático de 1983 se produjo en un contexto de profunda crisis social. Para los sectores populares en su conjunto, la última dictadura cívico-militar había significado un cimbronazo abrumador: los trabajadores fueron el principal objetivo del proyecto dictatorial, no sólo en términos represivos, sino también desde el punto de vista económico. La imposición del modelo neoliberal necesitaba de organizaciones populares débiles y, en ese sentido, la CGT había sido disuelta, las negociaciones colectivas suspendidas y la muerte y desaparición habían diezmado comisiones internas, cuerpos de delegados y dirigentes en todo el país.

En este marco, el gobierno de Raúl Alfonsín se encontraba frente a un duro panorama: una sociedad fuertemente agredida en su tejido social y productivo por el genocidio y desgarrada por el ajuste económico. Sin embargo, su diagnóstico de las problemáticas a resolver, iría nuevamente en dirección al disciplinamiento del conjunto obrero. El 17 de diciembre de 1983 mandaría al Congreso la Ley de Reordenamiento Sindical o “Ley Mucci”, que pretendía según el discurso oficial “democratizar” los sindicatos. En el fondo, esta ley expresaba la concepción del gobierno de Alfonsín de que las organizaciones sindicales eran representaciones autoritarias en las que no había un proceso democrático real, misma concepción que habían aplicado la Revolución Libertadora y la Dictadura de 1976 con sus decretos de desafiliación masiva; pero ahora mediante el Congreso. En respuesta a esto, el movimiento obrero no aceptará ningún acuerdo de concertación socioeconómico con los radicales durante el periodo, optando por expresar su oposición al proceso mediante la huelga general y el paro con movilización.

A la derrota de la “Ley Mucci”, que buscaba fragmentar y desbancar la influencia de los agrupamientos mayoritarios como las 62 Organizaciones Peronistas conducidas por Lorenzo Miguel, el Grupo de los 25 y al Ubaldinismo, seguiría un proceso de reorganización con elecciones gremiales -donde serán ratificadas las conducciones peronistas- y posteriormente, la reunificación de la CGT.

Dentro de la CGT, el grupo “Gestión y Trabajo” comandado por Jorge Triaca-colaborador de la dictadura- intentará pactar con Alfonsín un acuerdo político que culmina en fracaso, en parte por la oposición de los sectores combativos nucleados en torno a Ubaldini pero también por una tendencia del activismo sindical a enfrentar al gobierno y su plan económico, identificado como el principal problema, por sobre los conflictos de empresa, hecho que permite el llamado a los paros generales del 3 de agosto y el 3 de septiembre de 1984. Este proceso inicial de resistencia culmina con un gran paro el 23 de mayo de 1985 de un alto acatamiento general. No obstante, la tensión seguía en ascenso y es el paro del 29 de agosto, con movilización general y acto en la 9 de julio el que reacomodó la interna de la Confederación General del Trabajo. Superando todo tipo de expectativa, cientos de miles de trabajadores ratifican al líder cervecero como su conductor. El 19 de septiembre de 1985 con la elección de Saúl como Secretario General de la CGT se amalgama esta corriente político sindical. Se conforma institucionalmente así el Ubaldinismo, una corriente nacida el 27 de abril de 1979 cuando el Grupo de los 25 realizó un paro general en plena dictadura y comenzó una escalada de acciones claves para la recuperación de la democracia.

La realidad demostraría que mientras crecía el descontento entre los trabajadores por la política económica radical -la ansiada estabilización que ordena el FMI- tomaría cada vez más peso la figura de Saúl Ubaldini al interior de la CGT y del peronismo obrero. El dirigente cervecero expresaba una línea sindical con profundo arraigo en delegados, comisiones internas y cuadros intermedios, pero a su vez, un esquema de alianzas intersindicales y de proyección hacia la resolución de las grandes problemáticas nacionales.

La CGT será el faro de la oposición a este plan económico, implementando 13 paros generales hasta 1989, que contaron con masivas movilizaciones, principalmente, porque será la central quien interprete las aspiraciones de oposición política y el país productivo, frente a unas Fuerzas Armadas totalmente desprestigiadas e protagonistas de la debacle social y económica, un empresariado con un adhesión suicida a las recetas liberales y un Partido Justicialista sacudido y en reorganización por su primera derrota electoral (1983) a manos del Partido Radical gobernante.

De esta situación concreta han crecido diversos análisis que hoy más que nunca es preciso revisar. En principio indagar en los años 80 implica comenzar a develar las cuestiones estructurales que llevaron al Movimiento Obrero a enfrentar al Alfonsinismo. Debemos problematizar la creencia difundida en un amplio espectro de la política y la clase media, que apunta a que Saúl Ubaldini enfrentó denodadamente a Alfonsín, es una especie “ataque a la gobernabilidad” de los radicales en su “cruzada” por la democracia dando cuenta de los “malos modales” que la fauna política quería erradicar en nuestros trabajadores. En este sentido es importante aclarar que Alfonsín tuvo el poder estatal en su conjunto- salvo las FF.AA en retirada y con estertores- y el apoyo de un vasto espectro de la sociedad civil para llevar adelante sus planes económicos, que fueron, en definitiva -tras un auspicioso y corto comienzo- los planes de ajuste del FMI. Pero también hace falta remarcar que si bien el alfonsinismo impulsó la recuperación de la identidad de la ciudadanía y las libertades de la vida civil, su proyecto aspiró a borrar la “identidad sindical” del pueblo, cuestión central para la imposición de su política económica.

El Movimiento Obrero asumió en consecuencia la lucha por recuperar e incorporar en la naciente democracia, la ciudadanía laboral o trabajadora de neto corte peronista basada en el Modelo Sindical Argentino, ilegalizada en la dictadura y combatida por Alfonsín en democracia, que recién será restituida “institucionalmente” en el año 1988, tras 12 años de lucha mediante la sanción de la Ley de Asociaciones Sindicales o Ley 23.551. Vemos así que lucha de los trabajadores y trabajadoras en los 80, no fue en vano ni estéril y tuvo un objetivo claro en lo gremial y lo político.

De este análisis superficial emerge el Ubaldinismo como la conjunción de diversas aspiraciones sindicales y políticas de un vasto sector del pueblo, pero principalmente como un polo de resistencia que puja en la disputa por el sentido de la recuperación democrática, sosteniendo las banderas del peronismo histórico contra la democracia liberal radical y el FMI.

Esto se puede apreciar en el programa político/sindical detrás del enfrentamiento directo con el Gobierno. Los 26 puntos de la CGT Ubaldini tenían un contenido concreto: derrotar a la patria financiera, fomentar la producción, reactivar el aparato productivo nacional, terminar con los tarifazos, encarar una política de pleno empleo y fomentar el desarrollo de tecnologías propias; este programa y sus puntos constituyen una verdadera continuidad de los programas históricos del movimiento obrero, como nuestra Constitución de 1949, La Falda, Huerta Grande y el programa del 1° de Mayo de la CGT de los Argentinos.

Otro factor a destacar en esta puja fue el proceso de normalización en los sindicatos (1987) que demostrará que la legitimación de la dirigencia y la organización sindical puede no estar vinculada con reivindicaciones económicas directas, como la defensa del salario o el pleno empleo (carácter central entre 1955 y 1976), sino con el correcto señalamiento y combate que hace la CGT a la continuidad de un modelo económico heredado de la dictadura, que destruye tanto empresas, como derechos laborales, encarnado ahora en el plan económico de Alfonsín. Esta situación plantea a los trabajadores la posibilidad y responsabilidad de encarar una labor de alcance nacional, que se verá reflejada en el programa de los 26 puntos antes enunciado.

Un hecho novedoso de esta masiva corriente sindical, será un intento de renovación de algunas lógicas en el movimiento obrero. Saúl se apoyará en el prestigio obtenido durante la resistencia a la dictadura para convocar a las bases por fuera de los aparatos sindicales tendientes al dialogo y a su vez, incrementar su relativo poder en la cúpula (vale recordar el enorme apoyo de Lorenzo Miguel al líder cervecero, hecho que, por otro lado, lo insertaba en la estrategia de las 62 organizaciones) apelando a las regionales cegetistas del interior.

Pero quizás lo más novedoso de la táctica ubaldinista fue la apelación directa a las bases mediante 3 acciones: la concentración de activistas, delegados y cuadros intermedios en Azopardo 802 mediante llamado directo, la formulación el 16 de septiembre de 1985 de una propuesta de elección directa del Secretario General de la Central y la intención de crear núcleos en la base de apoyo a su estrategia político sindical ( agrupación Paz, Pan y Trabajo) medidas que de haber prosperado en su conjunto, hubieran significado un interesante cambio en las reglas establecidas en el Movimiento Obrero Argentino hasta esa época.

Es interesante destacar el profundo arraigo en el pueblo trabajador y la conciencia social del Ubaldinismo que se verán reflejados en una iniciativa de 1988 denominada “Congreso Nacional de los Pibes de la Calle. Sin trabajo no hay infancia” donde la CGT asumirá la defensa de los pibes expulsados del sistema bajo el lema “atrás de cada pibe de la calle hay un padre desocupado” esclareciendo la razón del empobrecimiento acelerado del pueblo: el plan económico de ajuste que exigía el FMI.

Ricardo Pérez Titular de DDHH de la CGT y ex Secretario General de Camioneros dirá en esa jornada que los pibes de la calle “también son nuestros hijos” y afirmará que “esta marginalidad social que significa los chicos de la calle, que tienen un tratamiento como delincuentes, significa crear un modelo de país donde un pequeño sector de la sociedad concentrara la riqueza que se produce y dejar al resto de la sociedad argentina absolutamente marginada”.

Para finalizar, si ensayamos una definición del ubaldinismo, el mismo parece constituir una síntesis de diversas vertientes sindicales inmediatamente anteriores a su experiencia. Por un lado, el sindicalismo corporativo y ortodoxo ordenado verticalmente organizado por el Augusto Vandor tras la Libertadora, con una fuerte disciplina interna, capacidad de maniobra a la hora de negociar y orientado hacia reivindicaciones económicas inmediatas que lamentablemente equivocó los caminos políticos, como ya todos sabemos. Otro aporte lo constituye la breve pero intensa experiencia del sindicalismo de liberación de la CGT de los Argentinos, de fuerte predica política orientada a una revolución desde las bases, intensas movilizaciones callejeras y alianzas flexibles en el espectro político de la época. Pero además, el Ubaldinismo es una corriente integrada por numerosos dirigentes, delegados y activistas sindicales sobrevivientes de la dictadura y miembros de la CGT 100% Peronista de José Ignacio Rucci, clave en el retorno del General Perón y en su ascenso al Gobierno con el 62% de los votos en 1973, ejemplo de alineamiento y lealtad sindical hacía el peronismo. Esta amalgama de herencias generará en el Ubaldinismo un gran poder de unidad en los reclamos político sindicales, donde Saúl será el aglutinante de una corriente novedosa que canalizará los reclamos del pueblo trabajador seriamente agredido que no quiere perder su identidad peronista ni la efectividad de sus sindicatos frente a un radicalismo que aspira a borrarlos con el discurso liberal de las libertades individuales y las “urgencias del momento”.

Esto constituye al Ubaldinismo en un atractivo espacio para la militancia gremial de la época en busca de una nueva síntesis y nuevos conductores tras las disputas internas en el peronismo y el horror de la dictadura, conformando un amplio espacio de militancia sindical y política que se hará ver en las calles toda vez que Saúl convoque. Pero también constituirá un espacio de poder concreto para vastos cuadros de la dirigencia sindical del momento, que verán en Saúl un dirigente alineado con el modelo sindical argentino y los grandes problemas nacionales, uno de ellos y gran amigo de Saúl fue nuestro inolvidable Secretario General y conductor de la FATUN, Nelso Oscar Farina.

Por Federico Puccinelli, delegado de base de Atunla y referente de formación de la Comisión Interna.

Editor: Fernando León

Fuente: Revista Digital Rizoma – APUNSAM

1 comentario

  1. Muchas cosas se le podrán criticar a Saul; pero nadie va a poder negar que siempre actuó de acuerdo a sus convicciones, y que cuando el fallece, Magui, su viuda, no fue a vivir a la estancia, sino que por el contrario (al igual que la viudad de Vandor) tuvo que ponerse a trabajar duro para poder mantener a sus hijos. ¡Convicciones y honestidad, NUNCA se la van a poder negar!

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